Rodar.
Doblar las rodillas y pararse de la cama.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete pasos.
Abrir puertas.
Uno, dos, tres pasos (límite de mi habitación).
Cerrar puerta.
Diez minutos de agua caliente.
Un café.
Un encuentro virtual.
Más de cincuenta estiramientos, ejercicios.
Salir, sentir el sol. Dejar de contar los pasos, sólo seguir caminando.
Doblar los codos para cubrir nariz y boca (aproximadamente cuatro o más veces al día).
La ansiedad oprime el pecho. Respirar.
Danzan las manos, coreografiando los ingredientes de la comida.
Varias horas en la computadora, la espalda se pone inquieta.
Un viaje en coche. Muchos cuerpos dentro de un paisaje de máquinas y cemento.
Muchos pasos, árboles, hojas.
Ojos mirando por encima de las máscaras.
Una llave girando dos veces.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete pasos.
Las pantallas absorben.
Mirar varias veces por la ventana.
Subir el volumen, bailar entre cuatro paredes.
Un abrazo que contiene (y sostiene) el mundo.
Dormir, soñar.
Despertar: mismo escenario.
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