Hay ciclos invisibles en nuestro cuerpo,
la respiración como movimiento perpetuo,
la ovulación y su inevitable desprendimiento,
los picos de hormonas en nuestro cerebro,
humor, hambre, ánimo.
Los ciclos circadianos cuya luz marca el inicio
y la oscuridad el fin.
El cortisol nos levanta, nos estresa, y nos deja caer,
nos moviliza y nos deja tendidos en el sofa,
con la mano en un libro.
Cada goteo glandular en el torrente sanguíneo,
cada movimiento intestinal para desintegrar los alimentos,
cada lágrima producida y almacenada para el mejor momento,
cada movimiento físico,
de mi cuerpo químico,
produce un sonido.
De ser una canción,
¿Cómo se escucharía mi cuerpo?
Mis arterias bailan el corazón marca el ritmo.
Sístole, diástole,
una danza condenada al fin.
Por: Rocío Martínez Soto
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