Me es curioso, como en éste espacio de reflexión, me he encontrado, sobre todo con preguntas, más que con certezas. Pienso en las distintas líneas de investigación y en lo complejo que es el arte, aunque se vaya acotando.
El cuerpo, su movimiento, la danza, ¿desde dónde?, en las palmas de mis manos, y todas las células que se contienen en ellas, en los signos, en la significación día a día.
Ayer, en Guanajuato, a bordo del camión, justo en las curvas que trazan las carreteras rumbo a la central de autobuses. En ese espacio, que parece detenerse en el tiempo, donde hace años, me contemplaba desde otra mirada. Donde ayer todo el folklore de lo que es habitar Guanajuato se concentraba ahí, en cuatro ruedas. Estudiantes, música, y sus cuerpos acondicionandose a la forma de las maletas en el pasillo. Caderas y pelvis empujadas hacia atrás, piernas con el compás más abierto, pies rotados, puños aferrados.
Observaba el movimiento de los cuerpos, de todas las personas al girar una curva tras otra, miraba la presión que se ejercía en sus manos apretando los tubulares y empujando sus cuerpos unos con otros, mientras sentía dentro de mi, la disección de mis músculos intercostales y abdominales sujetar mi centro, entendiendo la gravedad y la fuerza que ejercían esos movimientos bruscos, no desde la teoría, sino desde un intelecto puramente físico, cierta velocidad en cierta dirección, microsegundos de caída.
Llegaba entonces a la misma conclusión, que he llegado en distintas ocasiones. Lo que me llevó a elegir estudiar mi cuerpo desde el movimiento, desde la danza. Habitar esta tierra, este espacio, casi en condiciones inciertas, conocerme a mí misma, desde lo tangible.
Y ese instante, en cámara lenta, cuando se aprietan mis abductores, para no colapsar con el cuerpo de a un lado, ni siquiera rozarlo, ese instante de conciencia absoluto, me revela la pureza de mi elección. Seguir conociéndome, desde lo tangible, para empezar. Y comenzar a aprender acerca de lo invisible.
Nadie está viendo, no es la potencia de un cuerpo escénico, es la verdad de un cuerpo real, que es inteligente, tras años de entrenamiento. Se me siguen desbordando las preguntas, en tantas líneas, desde diversos aristas, pero ayer recordé una certeza, y eso es suficiente para seguir avanzando en éste camino.
Por: Rocío Martínez Soto
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